En las primeras semanas de vida, los terneros son especialmente vulnerables a infecciones intestinales que pueden comprometer su salud y desarrollo.

Entre los agentes más frecuentes y relevantes se encuentran los protozoos Cryptosporidium parvum y Giardia intestinalis, ambos responsables de trastornos digestivos que afectan al rendimiento productivo de las explotaciones ganaderas.

Ambos parásitos se transmiten por vía fecal-oral, a través de la ingestión de ooquistes (Cryptosporidium) o quistes (Giardia) presentes en agua contaminada, alimento, o superficies sucias. Una vez en el tracto digestivo, se alojan en el intestino delgado, donde interfieren en la digestión y absorción de nutrientes.

Cryptosporidium parvum suele afectar a terneros muy jóvenes (entre la primera y tercera semana de vida) y provoca diarreas acuosas, deshidratación y debilidad general. Su capacidad para multiplicarse rápidamente y su resistencia a muchos desinfectantes lo convierten en un desafío importante en el manejo de la salud neonatal.

Por su parte, Giardia intestinalis puede causar síntomas más leves o intermitentes, como heces pastosas, mala absorción y retraso en la ganancia de peso. Suele detectarse en terneros algo mayores, aunque también puede presentarse de forma subclínica y pasar desapercibida.

Ambos parásitos son zoonóticos, es decir, pueden transmitirse a humanos, lo que convierte su control en una cuestión tanto de salud animal como de salud pública. Por todo esto, el diagnóstico es muy importante y vital ya que los síntomas no siempre son suficientes para diferenciarlos.

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